"Nadie piensa que el hombre es afectado. Él no está viviendo el embarazo.  No pasa por el procedimiento.  Esta entero físicamente y nunca tiene que conocer a los que efectúan el aborto.  Nadie piensa que él siente dolor alguno… menos el hombre quien ya lo vivió.  Personalmente, yo no pensaba que necesitaba ayuda.  Yo pensé que ya había procesado el dolor de la mejor manera posible.  Yo pensaba que estaba en paz.  Estas personas amables me ayudaron a encontrar y a manejar el dolor que yo no sabía que cargaba todavía dentro de mí.  Remordimientos y la pena profunda salieron a flote en donde yo podía reconocerlos y enfocarles mi atención y empezar a sanar.  La vieja herida pudo sanar después de tantos años.”

 

“Después de haber luchado sólo durante años con la culpabilidad, vergüenza, y remordimiento del haberme involucrado en la decisión de mi novia de abortar a nuestro hijo, finalmente encontré un ministerio que reconoció mi necesidad de encontrar ayuda.”

 

Cargando con la etiqueta del “hombre malo”, y siendo la persona quien hizo que este evento tan terrible pasara, siempre me ha hecho pensar que no tenía permiso de sentir el dolor que estaba sintiendo.  Realizando que los errores yo cometí no me imprimían permanentemente con una etiqueta como el “hombre malo”, ni me forzaban a sentirme culpable for estar triste, fueron las experiencias que más me han sanado…Las cosas que hice estuvieron equivocadas, pero no importando lo malo que yo haya sido…he aprendido que el “hombre malo” tiene permiso de recibir la gracia de Dios y de sanar también." 

 

Soy Católico quien practica su fe y ya había ido a confesarme. Yo sabía que Dios me había perdonado pero yo nunca podía perdonarme a mí mismo.  Durante el retiro finalmente encontré la fe y la valentía que yo necesitaba para confiar plenamente en Jesus y a través de su Divina Misericordia reconocer la verdad y creer  completamente en el perdón que Él ya me había dado."

 

Como hombre este tema es algo que no se habla, aún con nuestros amigos más cercanos.  Durante años cargué en privado la culpabilidad, vergüenza y remordimiento de haber perdido a mi hijo.  El asistir al retiro me permitió finalmente abrirme y compartir con otros quienes han pasado por el mismo camino.  Siguiendo este proceso pude abrir mi corazón a recibir el perdón de Dios.”